Jueves,
06 de noviembre de 2008.
Αθήνα,
Ἑλλάς. Atenas, Grecia.
Hotel
Arethusa.
Estoy sentado en una banca de
la Plaza Síntagma. La gente sale presurosa de la estación del metro rumbo a sus
trabajos. Muchos toman el periódico. Después de desayunar, salí a tomar algunas
fotografías. Hago tiempo para salir a Corinto. Tengo que estar a las ocho y diez
en el Hotel Elektra. Son diez para las ocho. Hay palomas por doquier. También muchos
perros —anoche, por ejemplo, vi a una dormida en una de las esquinas del
Parlamento griego: Βουλή των
Ελλήνων, Voulí ton Ellínon, literalmente “Consejo de los helenos”.
Asimismo, llamó mi atención
sobremanera la cantidad de caninos que hay en El Pireo.
El piso de Síntagma es
resbaloso. Es buena idea caminar con cuidado. Hay un sujeto con una pancarta
manifestándose en la salida de la estación. Hace algunos minutos, mientras
caminaba, lo vi haciéndole frente al tranvía. Un tipo se sentó a mi lado. Veo
un perro revolcándose en los escalones que dan al Parlamento. Una paloma sorbe
agua encharcada.
El vendedor de pan grita —si
bien entiendo: “¡Estopetro!”
Estoy afuera del Hotel Elektra.
Ahora me encuentro con muchos
españoles dentro de un autobús, frente al busto de Μελίνα Μερκούρη, Melína Merkoúri. También escucho el idioma
portugués —seguramente hay brasileños a bordo.
En cuanto abordé el vehículo, escuché: “Tiene facha
de mexicano.” Me paré, sonreí y respondí: “Sí, soy mexicano.”
En el Canal de Corinto compré un llavero (3,60 €) y
un par de postales (60 céntimos de euro).
Epidauro fue una gran decepción
—no tanto el lugar sino la situación: los grupos turísticos, estudiantiles...
También el tiempo fue insuficiente, incluso para ver.
Los españoles se pararon en el
centro del teatro, e interpretaron una canción de su época para corroborar la
acústica. Yo preferí subir por los escalones, y admirar el paisaje.
Antes de parar a comer, el
conductor del autobús casi atropella a una parvada de guajolotes, o pavos, como
dirían mis acompañantes “gachupines”.
Me dirijo a Micenas. Ojalá la
visita sea diferente.
Voy de regreso a Atenas.
Llegaré en una hora y media aproximadamente.
Micenas fue un lugar agradable.
Antes de llegar, no pude más y me dormí, con lo cual me perdí de la explicación
de la guía, llamada Uranía. Tomé bastantes fotos, además de vídeo, el cual
traté de cuidar más que el de ayer. Sin embargo, a veces resulta imposible. La
cantidad de turistas, aunado a la limitación de tiempo, obligan a apresurarse.
La subida en Micenas me agotó.
Fui de los pocos que subieron.
Los españoles son parejas
viejas. Hay un grupúsculo de brasileños, y un matrimonio mexicano que vienen
por la misma agencia que yo: Julià Tours.
Ellos también irán a Turquía y Egipto; no así a Israel.
Me compré una botella grande de
agua en una tienda del poblado donde paramos a comer. La marca es Λουτράκι, Loutráki. Me costó un euro.
Después de Micenas, visité un
taller y tienda de escultura, cerámica... Si bien había objetos admirables, su
precio no lo era tanto. Me he percatado de que la baratija más insignificante
cuesta por lo menos tres euros; y si se es turista, cinco.
Quiero salir a caminar por
Atenas con lo que me queda de pies. Al parecer llegaremos temprano. Son cuatro
cuarenta.
Mañana será mi último día en
Grecia propiamente, ya que el sábado sólo saldré por la mañana para trasladarme
a Estambul. Por ello quiero visitar los lugares que no comprenda el itinerario
de la Acrópolis. Asimismo, tengo que ir a Monastiráki a comprar mis playeras,
sudaderas..., y algunos otros obsequios. Si no encuentro estos últimos,
probablemente compre en los quioscos cercanos al hotel. El aeropuerto es otra
opción, pero no sé cuánto tiempo estaré allí.
Me acabo de volver loco. Pedí
que me bajaran en Ομόνοια, la calle
de Omónia. Desde allá caminé hasta el hotel. Después de preguntarle a un
policía de tránsito por alguna tienda de música, continué con mi camino. Se
portó bastante grosero conmigo: “Ελληνικά,
Ελληνικά”, me gritaba. Es decir, que le hablara en griego.
¡Finalmente la encontré! Virgin Megastores.
¡Me gasté 129, 69 €! Por una
parte, me siento bastante mal, pues nunca había gastado tanto dinero en música.
Sin embargo, por otro, sé que difícilmente regresaré a Grecia para comprar la
música de mis cantantes griegos favoritos.
Los discos que compré son: Χάρις
Αλεξίου, Ανθολόγιο: Antología
de Xáris Alexíou (21, 90 €); Νότης [Σφακιανάκης]:
Δέκα Με (24, 90 €); Μαρινέλλα, Η φωνή
& ο μύθος, 30 χρόνια τραγούδι (1967-1975): La
voz y el mito, 30 años de canciones de Marinella (1967-1975) (17, 90€); Μιχάλης Χατζηγιάννης, Ζωντανά
στο Λυκαβηττό: Michális Xatzigiánnis en vivo desde Licabeto
2007-2008 (16, 90 €); Γιώργος Νταλάρας,
Τα Χρώματα Του Χρόνου, Συλλογή ΙI: Giórgos
Ntaláras, Los colores del tiempo, Parte II (23, 80 €); Νότης Σφακιανάκης, XXX Ενθύμιον: Nótis Sfakianákis XXX (20, 90 €); y
una compilación de rebétiko de 4 discos compactos: Τα ρεμπέτικα που έγραψαν ιστορία (17, 80 €).
Por cierto, la señora mexicana
que viaja conmigo, me enteró mientras comíamos de la muerte del Secretario de
Gobernación, nacido en España, Juan Camilo Muriño.
Por la noche, salí a fotografiar
los alrededores. Tomé muchas en Ermoú. Llegué a Monastiráki, y me percaté de su
fama. Mercancía de cualquier clase. El problema es que cuando se quiere ropa de
calidad —y no copias—, es difícil notar la diferencia, y más siendo extranjero
—¡y hombre!
Mañana, luego de visitar la
Acrópolis, me avocaré a comprar recuerdos y buscar mis cosas.
Grecia es un país que se deja
querer. Ha sido benévolo conmigo. De los países de mi itinerario presentía que
con Grecia no tendría problema: por tratarse de un país europeo —incluido el
uso del euro—; porque conozco relativamente su cultura —no sólo la antigua,
sino también lo que la música y la literatura me han permitido desentrañar de
su alma moderna—; además de que sé algo de griego.
No obstante cuando me marche a
Turquía, siento que comenzará el verdadero viaje. Incluso tendré que
“enfrentarme” a la comida, a la idiosincrasia, a costumbres más bien
irregulares a las que no estoy acostumbrado. Se sentirá pues, el choque
cultural.
Hasta hoy tuve incluidas las
comidas. Mañana tendré que buscar dónde comer. Quizá lo haga en alguna taberna
de Pláka.
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