El
viaje es una de las formas concentradas y exaltadas del texto, y es como él
múltiplemente abordable e inabarcable [...] Nuestros viajes y lecturas son
indagaciones de una misma realidad, la realidad del mundo y de la vida, las dos
caras del misterio del ser.
Juan
Carvajal, Con los pies desnudos (viajes),
El viaje.
A
decir verdad, dudé en publicar la siguiente entrada en esta bitácora. Por su
carácter literario tendría cabida sin problemas en Palabras de viento. Sin embargo, el eje del libro también se adecua
con la temática de Diarios de sal: el
viaje.
Juan
Carvajal (1934-2001) fue un humanista —en el blog referido primeramente, realicé una pequeña selección poética,
a partir de la cual también se pueden consultar otros vínculos como el número
de la Gaceta del Fondo de Cultura
Económica dedicado al autor. Dispuso su vida a las letras: lector, poeta, editor,
ensayista, traductor...
En
la actualidad —y casi simultáneamente— leo dos libros: Con los pies desnudos y Evocaciones e invocaciones publicados por
Ediciones Sin Nombre.
Si
bien en el segundo figuran algunos “ensayos” que podrían considerarse crónicas
de viaje —a decir, “Nueva New York” y “¡Napoli Orribile!”—, es el segundo
ejemplar el que compila los relatos del poeta viajero.
En
la solapa de Con los pies desnudos (viajes),
José María Espinasa, amigo y editor de Carvajal apunta:
Juan Carvajal tuvo siempre el viaje como
uno de los motivos de vivir. Cuando regresaba de alguno de ellos la recreación
verbal que hacía era tan intensa que quienes lo escuchaban viajaban con él en
ese periplo que en realidad no termina nunca. Había en su manera de viajar un
tomar posesión de los lugares, de echar raíces en ellos para más que hacerlos
suyos poder entenderlos y vivirlos a plenitud. Viajar, pues, era una manera de leer
rostros y paisajes, objetos y acontecimientos. [...] Así, sus crónicas de viaje
son una especie de diario de sus pasiones, de sus encuentros con lo que ya
conocía pero sólo entonces tocaba, con esa literalidad en que se mira por las
manos o por los pies, ya que imagino en mis inventos que hizo todos sus viajes
descalzo, sintiendo ese sedimento bajo la tierra o respirándolo en cada
bocanada de aire. Cuando envió a Ediciones
Sin Nombre el mecanuscrito del libro que el lector tiene en sus manos venía
en una carpeta con la sencilla anotación de viajes/textos. No pensé que se
tratara de un título sino de una indicación del carácter del material textual
que se reunía, pero el tiempo ya no nos dio tiempo de platicarlo. Y espigando
en los textos encontré la frase que he puesto como título al libro: quiero
pensar que le hubiera gustado.
La
frase a la que alude Espinasa se encuentra en Diario de Marruecos III (pág. 215):
“Con los pies desnudos sobre la arena soy el amo de mí mismo: soy nadie.”
El
volumen está lleno de anécdotas. Por ejemplo aquella en que Carvajal se topa en la Vía Apia romana con un vendedor ambulante de porchetta, que sonriente le ofrece su
producto como “carnita” —es decir, como las tradicionales “carnitas” que se
venden en su tierra—, debido a la gran cantidad de colonos mexicanos que se
establecieron en la zona. También narra su accidentado encuentro en el Casino
de Montecarlo con un compatriota, quien le pide que “despache” a dos esculturales
mujeres que lo atosigan.
Copio
fragmentariamente dos escenas más, la primera en “El parque del mostruo”: La Bocca dell’Inferno:
“Al penetrar, la sorpresa casi me tumba de
espaldas, como se decía, durante un instante creí encontrarme en un suburbio de
la ciudad de México: en el paladar, pintado con un horrendo chapopote (¿cómo lo
consiguió?) vi el chorreante y desmesurado grafito con la firma de un conocido
pintor mexicano, y la fecha. Me sentí anonadado y avergonzado: un profanante
absurdo en un lugar absurdo pero insigne; decididamente los mexicanos somos
peor que surrealistas, ¡pero a qué costo! ¡qué extraña y compulsiva necesidad
de autopromoción! Salí en un estado miserable, cubierto literalmente de oprobio
(¡en ese extraño lugar!), de manera furtiva, como si yo hubiera perpetrado esa
mácula. La enorme y deforme boca tuvo sin embargo una última palabra: al salir
y darme vuelta me mostró grabado en el labio superior su piadoso y sabio
mensaje: Ogni pensiero vola [It. Todo
pensamiento es fugitivo].”
(Bosquejos europeos I, Bomarzo (Parco dei
Mostro), Viterbo, págs. 24-25.)
La
segunda data de su estancia en Inglaterra:
“Algunas veces, en el elevador de la Universidad,
coincidía con el físico matemático Stephen Hawking; un día, ya que siempre le
cedía el paso y lo ayudaba a salir, me preguntó mi nombre, y desde entonces
cuando yo llegaba ya tenía su saludo y mi nombre en la pantalla de su
computadora. Otro día, el asistente que lo atendía en su silla de ruedas me
indicó con la mirada que viera la pantalla; había una pregunta: “¿mexicano?” Dije
que sí, con la cabeza. Ese fue mi diálogo con el genio. Cambridge es todas las
ciudades, yo la amo como si fuera la única; mi único reparo: sus nativos distaban
físicamente de estar a la hermosa altura de sus atmósferas, de sus
arquitecturas y jardines.”
(Bosquejos europeos III, Cambridge, Inglaterra,
pág. 119.)
Finalmente,
transcribo íntegro un texto que escogí no sólo por su brevedad, sino también
porque muestra la amenidad con que el autor concatena situaciones aparentemente
disimiles en su prosa. Se trata de Grecia, quizá el lugar que más admiraba Carvajal
tal como dan cuenta sus relatos: Paros, Míkonos, Atenas...
Olimpia, Hélade figura en las páginas 26 a 27 de la sección
Bosquejos europeos I:
Heme aquí, atleta en exilio,
pisando al fin luego de tantas idas y venidas el suelo sagrado del Estadio Olímpico,
el verdadero, el arquetípico, aquel
que pisaron los antiguos y venerados héroes: Gerón de Siracusa, Terón de
Agrigento, Agesias, hijo de Sóstrato, Diágoras de Rodas, Alcimedonte de Egina y
tantos otros cantados por los líricos de entonces. Me encontraba con una amiga inglesa
cuyo nombre debo callar, tres años mayor que yo, que nunca hacía deporte, bebía
sin parar y fumaba tres cajetillas al día de Rothman’s, tal cual. Yo practicaba
toda suerte de juegos en mi lejano Tepoztlán, desde tenis a fútbol, y había
jugado por toda Europa. Después de mis abluciones, reverencias y acatos, decidí
efectuar una carrera ritual a lo largo de la pista inmortal en alabanza a los
antiguos héroes tutelares. Me coloqué en posición y estaba a punto de arrancar cuando
vi a mi amiga a mi lado. “No corras solo”, me dijo, “que valga la pena”. ¡Dioses!
Imposible negarme a su buena voluntad, imposible decirle en ese instante que
yo, etcétera, y que ella, etcétera. Tuve que aceptar, con un sentimiento de
completa desvirtuación del acto. Entonces discurrí con toda la celeridad de que
soy capaz: “Sí, —le dije—pero ida y vuelta”. Ella, ante la magnitud de la
empresa, tendría que negarse. “All right”
[Ing. Está bien]. escuché, y contó enseguida: uno, dos,
y arrancamos. Me aventajó de salida. “Qué raro —pensé—, pero mejor así; la
dejaré por un rato, para eso soy un caballero”. A los quince metros me llevaba
un paso y a los veinte dos, “bueno, ¡ahora!” y me impulsé, dispuesto a hacer
valer y disfrutar mis indudables ventajas: hombre, macho y mexicano, and non-smoker [Ing. y no fumador]. Como a los treinta metros vi, más que
sorprendido, que la ventaja era de cinco pasos o algo así; quise imprimir mayor
velocidad, pero me di cuenta aterrado que era ella la que salía disparada, como
si adivinara mi intención; a los cincuenta o sesenta metros la distancia que
nos separaba era considerable. Cerré los ojos para no verla cuando nos
encontramos a su regreso. Al llegar al extremo de la pista y darme vuelta para
regresar, la vi corriendo afuera, hacia sus sempiternos cigarrillos Rothman’s,
buen marca. Muchas cosas cambiaron en mí desde ese día. Desde entonces y entre
otras cosas ya no practico ningún deporte, ni leo a Píndaro.
Gracias Cesar Abraham Navarrete por compartir textos tan hermosos y tan desconocidos. Saludos.
ResponderEliminar—Estimada Yvonne: Agradezco sobremanera tus comentarios, los cuales son un aliciente para mí. Del propio Carvajal transcribí y publiqué recientemente fragmentos de su viaje a Marruecos. Te ofrezco el vínculo por si gustas leerlo:
Eliminarhttp://diariosdesal.blogspot.mx/2013/10/marruecos-parte-i-fez-y-mequinez-diario.html
Te mando saludos cordiales, acompañados de gratitud.
Me gustaría ver una fotografía de Juan Carvajal.
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