Durante mis viajes por el mundo suelo llevar diarios con el propósito no sólo de escribir lo que experimento y conozco, sino también para controlar el dinero del que dispongo. Estos pequeños textos son “apuntes” que, aunados a las imágenes recogidas, me permiten, al consultarlos, desencadenar mis recuerdos y, a partir de esto, crear crónicas más vívidas con las anécdotas a flor de piel. En el trayecto me he topado con otros viajeros, quienes me enriquecieron con sus relatos y fotografías.

miércoles, 29 de agosto de 2012

Viajero invitado. Crónica (telefónica) rumana de Beatriz Estrada.









Beatriz Estrada es una talentosa poeta mexicana, quien recientemente cumplió con el anhelo que tenía de visitar la región de los Cárpatos.

A partir de su amena escritura —la cual va de lo coloquial a lo poético—, Beatriz comparte con sus lectores tanto los detalles cotidianos del viaje como verdaderas reflexiones vitales.

Los breves, pero profundos comentarios que se ofrecen a continuación, así como las fotografías, fueron publicados —vía teléfono celular (móvil, como se le denomina en otros países)— en su página de Facebook durante el viaje que realizó por Rumania —y parte de Serbia—, donde acudió a una boda para ser Dama de Honor.

A manera de introducción, mediante dos textos se explicita el amor de la autora por la cultura rumana.

El primero de estos textos puede consultarse también en la revista Cuadrivio: http://cuadrivio.net/2012/04/postales-de-moldavia/









Postales de Moldavia


 
Para mi abuelo



Así como yo nunca he entendido nada de mecánica

mi abuelo tampoco entiende mi poesía y mi pasión por el rumano;

supongo que por eso buscó Moldavia en un atlas

para ubicar dónde se publica desde 1932 la revista Viaţa Basarabiei.

«Moldavia se hizo estado independiente en 1991

con la desintegración de la Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas,

y todavía era parte de Rumania en la Segunda Guerra Mundial,

cuando tu abuela trabajaba en una fábrica de cerillos

en la colonia Obrera», me dice con tono de historiador.

Mi abuelo nunca ha entendido mis poemas

ni yo el ruido de sus motores.

¿Cómo iba pensar en Moldavia, si nació en una ranchería en Coroneo, Guanajuato?

Algo pasó en Coroneo que se extraviaron todas las actas

del Registro Civil. Dicen que mi bisabuela se llamaba Cresenciana

pero mi Anita se llamaba Ana y los sábados en la tarde

me gustaba escucharla decir que la detuvieron

por llevar parque en los años de la Revolución.

Mi abuelo lleva dos horas sumando y restando números en una servilleta,

luego saldrá por el pan y calentará agua para su canario.

El pueblo de donde viene no aparece ni en Google Maps.

Ahora abre el almanaque en la página 40

y la sostiene con su servilleta matemáticamente entintada,

sólo para decirme: «¡Qué bonito todo lo que escribes, chula,

hay un pueblo cerca de Chişinău que me recuerda tanto a Coroneo!»











¿Por qué Rumania?

Me gustaría pensar que mi amor por esas tierras míticas tiene que ver con la herencia de mis abuelos, mi lengua materna, o porque fui rescatada del Danubio, como Moisés alguna vez de las aguas del Nilo, y me cultivaron en otra tierra.

Tal vez fue Montana, la mamá de una amiga de mi madre con quien muchos años coincidí en el Club España, que todos los días se quejaba amargamente de nuestro país en los baños de mujeres, quien despertó en mí la curiosidad sobre su origen. Quizás del lugar de donde ella venía descansaba un cosmos resuelto, a pesar de haber huido de ahí  después de la Segunda Guerra Mundial.

Mi madre tiene un extraño talento para ficcionar, o quizás yo tengo el talento de ficcionar todas sus historias. Recuerdo que alguna vez me contó que cuando Montana salió de Rumania decidió no volver a hablar en su idioma. Mi mente de niña —y ahora como adulto— no concebía una renuncia de tal envergadura. Muchos años después viviendo en México, perdió el conocimiento y comenzó a delirar en el idioma de su infancia. Sus hijos tuvieron que hospitalizarla y contratar una intérprete para descifrar sus sueños. Era su pálido cuerpo y sus tetas arrugadas lo que me conmovían, pues parecía un girasol solitario, confundido entre tantos cuerpos apiñonados, en especial el de mi madre.

Recuerdo una fotografía en un Atlas que me compró mi padre. Todos los domingos nos compraba religiosamente a mi hermana y a mí, enciclopedias. Fue esa imagen, la que atesoro en lo más celoso de mi memoria, la que me permitió cumplir el anhelo de conocer a esas mujeres sentadas frente a un campo verdísimo, esperando el día con sus pañoletas firmemente amarradas a sus cabezas. Desde entonces algo entró a mi corazón y lo hizo latir en rumano.











10 de agosto de 2012.

Pues ya mero me voy, ruta Cd. de México-Londres-Bucarest pero para variar con mi carga karmática, el vuelo va retrasado 3 horas, está en peligro mi conexión y parte del méndigo itinerario que me tardé semanas en armar. Ahí les piden a sus santitos para que todo salga bien y no arme un show de aquellos en el aeropuerto. ¡Ahí se ven!







11 de agosto de 2012.

A ver goeis, ya estoy en București y pasa de media noche. Mi reporte: el vuelo se atrasó 4 horas, casi pierdo la conexión, me aventé en el Heathrow una carrera de 60 min en 25 (muchos pensaron que no lo lograría pero pasó un milagro como el de la selección¹); no llegó mi maleta, unos gitanos y yo nos aliamos para mentarle la madre a la aerolínea, casi me deja el transporte porque en el pleito me aventé una hora, no pifa² una de mis tarjetas, no entiendo todo lo que dice la gente y acabo de regresar de una caminata sola en el centro de Bucarest para comprarme productos básicos de higiene, aun así no podría estar más feliz de estar en Rumania al fin!


¹ La autora alude a la medalla de oro conseguida por la selección mexicana de fútbol en los Juegos Olímpicos de Londres 2012.
² Pifar. Funcionar.







13 de agosto de 2012.

Qué curioso es este país, uno tiene que adivinar en qué parada de tren bajarse, Brașov tiene un problema de delincuencia organizada pero de osos que bajan de la montaña y mi rumano es totalmente inservible; cada vez que alguien me pregunta algo que no entiendo sólo pienso en “por qué son tus ojos verdes el color de los motivos wagnerianos y tu cabello negro el error de las vírgenes inmaculadas” honestamente repasaré mi vocabulario con cosas mundanas como “cuánto cuesta esto”, “me pasa un tenedor”, “esto es demasiado caro”. Les seguiré reportando. ;)







14 de agosto de 2012.

Mi rumano ha ido mejorando con los días, lo sé porque hoy me agarré del chongo³ con la vieja de la taquilla del tren; amo que en estas ciudades medievales haya WiFi en casi todos los cafés, que la gente sea dueña del espacio público y se reúna para despedir el día en los parques y las plazas; he bajado como 2 kilos, mi maleta ya casi llega a Drobeta Turnu Severin, hoy viajo toda la noche en un tren por Transilvania y yo estoy disfrutando como nunca este viaje. Mañana a Timișoara donde empezó la Revolución rumana, sunt foarte fericita! [Rum. ¡Estoy muy feliz!]


³ Agarrarse del chongo. Locución empleada en México que significa: discutir, pelear.







15 de agosto de 2012.

Por fin, mi maleta ya llegó a la sede oficial de la boda, ya no tendré que seguir de andrajosa, ¡felicidad total!







16 de agosto de 2012.

Hoy di vueltas en círculo para encontrar el museo de la Revolución en Timișoara. No tuve problemas par pedir instrucciones en rumano, llegué a un mercado y hablé con el señor de las flores, luego una anciana me regaló fruta y un gitano me encaminó. Yo tenía un mapa, pero por alguna extraña razón siempre me ha costado trabajo ubicarme en el espacio y el tiempo. Al parecer, todavía no hay mapas que nos hagan llegar a la revolución.







17 de agosto de 2012.

¡Por fin estoy en Drobeta Turnu Severin, ya lista para la boda mañana!







19 de agosto de 2012.

El otro día me preguntó un señor en el tren qué era lo que más me gustaba de Rumania. Le contesté. Nunca había estado tan segura de algo en mi vida: es la forma en la que aquí vuelan los pájaros, el sabor de las ciruelas y la forma en la que las ancianas esperan a que llegue el tren.







21 de agosto de 2012.

Ayer fuimos a Serbia y visitamos algunos amigos de Norica. En la frontera la mayoría de los serbios habla rumano. Fueron grandes anfitriones, nos llevaron a un pueblo cercano donde probamos la mejor comida de nuestras vidas y el dueño del restaurante nos puso un son jarocho. Por la noche caminamos por el Danubio y nos detuvimos en la casa que alguna vez fuera de Tito. Nuestro anfitrión es policía en una comunidad de 10 mil personas. Me preguntó qué sabía de Yugoslavia y a diferencia de lo que yo sabía o creía saber, me dijo que esa había sido la mejor época de su vida. La noche comenzó a anclar las estrellas en el río y con una mirada triste y a la vez digna, pensó en voz alta “en 50 años mi país no existirá más”.







23 de agosto de 2012.

Llevo días viajando en trenes adormecidos por la idea de érase una vez el comunismo. “Vamos al este” dice el maquinista marchando mientras los árboles montan la guardia del otro lado de la ventana. A lo lejos, un huerto de girasoles frente a una fábrica derruida. Las ovejas pastan de un campo verdísimo y yo emprendo junto con los rieles una revolución silenciosa.







24 de agosto de 2012.

Hoy es mi último día en Rumania. Estoy en una taberna de la vieja ciudad de Bucarest, que ahora tiene como fondo la música de los Beatles. Quizás el mundo no es tan grande como parece, cada quien tiene una dimensión propia de él. Ha sido un viaje increíble y me encantó compartirlo ustedes, sobre todo porque después de tanto añorar estas tierras, no puedo creer que esté aquí, sentada en un viejo pedazo de madera que guardará mi historia en el tiempo y la vida, por un momento, parece suficiente. No sé si alguna vez podré acostumbrarme a una palabra tan misteriosa para decir helado o para desear fortuna. Todo llega en el momento justo y para emprender un viaje al interior de mí tuve que cruzar el Atlántico.










Beatriz Estrada Moreno (Ciudad de México, 1985). Estudió Relaciones Internacionales en la Facultad de Ciencias Políticas y Sociales de la UNAM, donde tomó cursos de narrativa y guion cinematográfico. Tiene un Diplomado en Escritura Creativa por la Universidad del Claustro de Sor Juana. Ha incursionado en la poesía, el cuento y la traducción, publicando en la revista electrónica del Programa de Escritura Creativa (PEC) de la Universidad del Claustro de Sor Juana y en Cuadrivio. Tradujo a Ion Minulescu para el Periódico de Poesía de la UNAM y ha colaborado traduciendo a otros poetas rumanos y de habla inglesa como Ana Blandiana y Anne Sexton. Algunos de sus poemas han sido traducidos al rumano y ha publicado en la Revista Viața Basarabiei de la Unión de Escritores Moldavos y Rumanos. Ejerce como internacionalista, actualmente trabaja temas de seguridad e integración latinoamericana en la Cancillería mexicana y cursa un Diplomado sobre Integración y Democracia en el Centro de Investigaciones sobre América Latina y el Caribe (CIALC) de la UNAM.

1 comentario:

  1. Felicidades a los dos. Me gusta todo. La idea del viaje. La voz poética. Las fotos. Ese mundo que fue y es.

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