Durante mis viajes por el mundo suelo llevar diarios con el propósito no sólo de escribir lo que experimento y conozco, sino también para controlar el dinero del que dispongo. Estos pequeños textos son “apuntes” que, aunados a las imágenes recogidas, me permiten, al consultarlos, desencadenar mis recuerdos y, a partir de esto, crear crónicas más vívidas con las anécdotas a flor de piel. En el trayecto me he topado con otros viajeros, quienes me enriquecieron con sus relatos y fotografías.

jueves, 29 de agosto de 2013

Entrada 100. Vuelta al origen. Segunda parte: Homenaje al Padre José Arellano Hernández, predicador del desierto.

  
Deseo sinceramente que esta entrada cumpla con diversos propósitos: ser un sentido homenaje y recuerdo al Padre José Arrellano Hernández; cerrar la conmemoración del segundo aniversario de esta bitácora, remitiéndola a su origen, si bien no formal, sí “espiritual”; y de paso, agradecerle a los colaboradores que devinieron en cómplices en las publicaciones del lapso más reciente, y cuyos textos e imágenes enriquecieron mi experiencia vital: Armando Macedo, Alejandro Mendoza, Ricardo Butrón, Javier Aguilar Uribe, José Antonio Ruiz Piña, Exo Mexicopunch, Sara Elena Mendoza Ortega, Martha Angélica Vázquez Gutiérrez y Ollin Eyecatl Salazar.

Felizmente en esta entrega que cierra con la conmemoración del segundo aniversario de “Cuadernos de sal”, la bitácora alcanza las cien primeras entradas. Hace algunos meses, al llegar a las 10, 000 visitas, realicé una reflexión, a la cual los remito.

Alcanzar cien publicaciones no es fácil. Conlleva un esfuerzo cotidiano y constante que requiere de dedicación.

Las bitácoras electrónicas que edito no me producen sino profundas satisfacciones personales. Ya realizo muchas actividades por compromiso y necesidad como para mancillar algo que significa tanto para mí. De ahí que haya rechazado cuanta propuesta se me ha hecho para lucrar con ellas.

Sea ésta entrada la corroboración de las palabras anteriores, así como una promesa de que continuaré nutriendo este espacio.



Saludos cordiales.

César Abraham Navarrete Vázquez. 





Uno de los elementos que complementó mi educación y la de mis hermanos, fue la música: aprender a tocar el sintetizador primero, y posteriormente el órgano.

En el último piso de casa había uno de estos instrumentos —mi padre lo había adquirido para que practicáramos: se lo compró a los judíos con quienes trabajaba entonces por 500 pesos, en dos pagos. Era muy antiguo y emitía un sonido semejante al de los órganos de iglesia. Sin embargo, no funcionaba íntegramente: teclas, pedales... descompuestos.

Cuando nos mudamos, mis padres buscaron bendecir la nueva vivienda, acudiendo a las iglesias de la zona. Sin embargo, ningún sacerdote pudo ni quiso hacerlo. Así, dieron con el Postulantado Comboniano, perteneciente a los Misioneros Combonianos del Corazón de Jesús, congregación religiosa fundada por Daniele Comboni, y allí conocieron al Padre Jesús Arellano Hernández, oriundo del estado de Guanajuato, quien aceptó.

Una vez que el ritual de la bendición quedó completado, mis progenitores obsequiaron al padre con el instrumento musical referido, el cual fue aceptado gustosamente. Algunos días después, los seminaristas acudieron en una camioneta desvencijada a recoger el pesadísimo armatoste y trasladarlo a su destino. Fue una proeza.

El padre correspondió dicho gesto con una invitación a misa —cuando asistimos, el órgano ya había sido reparado. Se retribuyó su invitación con otra a casa. Así fue como acudió para comer con mi familia.

Recuerdo que su acento me cautivaba. Conversaba pausadamente —supongo que requería de su concentración para hablar español y no confundirse con todos los idiomas que sabía.  

Además de tocar para él, le reproduje un disco compacto de música religiosa hebrea, e inmediatamente la identificó.

Ya sentados en el comedor, realizó la oración en árabe, y posteriormente la tradujo para nosotros. Departimos amenamente con él.

Al despedirse, mi padre lo obsequió con la música mexicana que había amenizado la reunión. 

Más tarde yo entablé una breve correspondencia epistolar con él.


Recientemente, desempolvé algunas cajas y revisé su contenido. Se trata de verdaderas “cápsulas del tiempo” no sólo de mi vida, sino también de mi generación.

Entre muchos otros documentos y cosas que difundiré paulatinamente, recuperé un par de cartas escritas por el padre, las cuales leí inmediatamente con fruición. Además de remitirme a otra época, desencadenó la curiosidad por aquel personaje que me trascendió, incluso sin que yo me percatara de ello.

Actualmente, con la perspectiva que brindan los años, creo que él fue determinante en mi decisión de que mi primer viaje fuera al Medio Oriente: mi admiración me llevó incluso a pensar que podría visitarlo en Egipto.


No soy un hombre religioso, pero sí me considero espiritual. No creo en los seres humanos, y mucho menos en sus instituciones.

Con los años he tenido la oportunidad, sin proponérmelo, de viajar y estar en algunos de los lugares más sagrados del cristianismo: Jerusalén, El Vaticano, Estambul, Belén, Moscú..., y percatarme de la opulencia eclesiástica.

Por ello, la misión de este ser humano, sobre quien mi padre gustaba decir que “él sí predicaba en el desierto”, se proyecta hasta tal punto que mi admiración y mi respeto permanecen íntegros, a pesar del transcurso de los años.



En la eterna discusión de si la carta le pertenece al remitente o al destinatario, yo he optado por prescindir de la respuesta y compartirlas con ustedes.



















[Carta manuscrita]

[Sello]

P. JOSÉ ARELLANO H.
ÉGLISE SAINTE FAMILLE
22, RUE AHMED ONSI
HELWAN 11421
EGYPT

[Escrito con plumón rojo y azul]

PASCUA
2003

¿Por qué buscar entre los muertos al que yo necesito?

Lc, 24, 4.










Apreciado y recordado Sr. Aristóteles y familia:

Es siempre un gusto el poder comunicarme con Usted, aunque por este medio tan sencillo pero profundo, por la amistad; al mismo tiempo disgusto por no poder escribir y contar tantas vivencias y experiencias por estos lugares tan lejanos y diversos de México.

Celebraremos la Pascua más tarde porque lo hacemos en comunión con la Iglesia ortodoxa, pues nosotros los católicos somos apenas cerca de 200, 000, doscientos mil, en una población de 70 millones de egipcios.

Los problemas de la escuela se están resolviendo, pero por otra parte, de cinco que éramos, ahora sólo quedamos tres, y de éstos tres, uno de 92 años, así que el trabajo aumenta.

Saludos a toda la familia con tanta estima.

P. José Arellano H.










[Carta mecanografiada]

P. JOSÉ ARELLANO HERNÁNDEZ              “No teman, he aquí que les anuncio
ÉGLISE DE LA SAINTE FAMILLE                  una grande alegría: hoy ha nacido
22, RUE AHMED ONSI                                         en la ciudad de David un Salvador
HELWAN 11421                                                        que es el Cristo Señor”. Lc. 2, 10.


LA NAVIDAD DEL MILENIO

Muy apreciable y recordado amigo Aristóteles y familia:

Antes del nacimiento de Jesucristo parecía todo muerto, todo en silencio; era de noche.

El resto del pueblo fiel a Dios era reducido al mínimo; lo formaban personas ancianas, estériles, desconocidas; personas humildes que vivían en el anonimato,  pero de repente, apareció una luz, la luz de una estrella que llamó la atención a personas lejanas y bien instruidas. Era la aparición de un Niño, pero no de uno como los demás. Se trataba de un Niño Dios, un Dios hecho hombre, un Dios que vino a vivir con nosotros y hacerse como nosotros.

¡Qué alegría, qué maravilla, qué paz; paz en la tierra a los hombres de buena voluntad!

Estamos terminando el siglo, o mejor dicho, los dos mil años en que vino Jesús al mundo. Todo parece igual y hasta peor...

Parece que estamos viviendo el fin del mundo, y en realidad para muchos lo fue y sigue siendo. Por ejemplo los que murieron el aluviones, aviones, terremotos, terrorismo, guerras, violencia, catástrofes de todo género que han causado el terror. Y sin embargo, en el nuevo milenio, vivimos y revivimos la historia de la salvación y escuchamos el eco de esa voz del Ángel que dice: “Les anuncio un mensaje de alegría para todo el mundo, hoy en la ciudad de David, nos ha nacido un Salvador.”  

La Navidad y el nuevo milenio nos ayudan a renovar nuestra vida en la esperanza de un mundo nuevo que todos nosotros tenemos que construir. Basta con las guerras, con la violencia; basta con las injusticias, las venganzas y los homicidios; basta con los asaltos, los robos; terminemos y acabemos con el mal. Pero para terminar con el mal, tenemos que acabar con el pecado. Cada uno tiene esta misión. Todos podemos luchar por la verdad. Todos podemos ser instrumentos de paz y causa de alegría para los hombres, y no de tristeza. Todo esto nos parece imposible, o tal vez ideal, y sin embargo ahora Dios está con nosotros sobre la Tierra, y no sólo en el Cielo.

Puedo darles la impresión de un idealista, tal vez hasta de un loco, alguien que no durmió bien y se despertó exaltado con ideas raras... En realidad, lo que sí experimento es que puedo ser una voz que grita en el desierto, y de hecho Egipto es casi todo desierto. Sé que esta voz la pueden escuchar ustedes que me quieren y me conocen y que son mis familiares y amigos, y por eso sólo a Ustedes se los puedo decir.

Ésta es mi convicción y parte esencial de mi misión. No puedo hablar con otro lenguaje que no sea el de la Gramática de Jesucristo, es decir, el Evangelio.

Quiero darles lo mejor de mí, quiero que sean felices, que tengan la paz, la vida, la salud y la alegría por muchos años, y en modo particular y muy especial para esta Navidad y el nuevo milenio de nuestra redención.

Ahora, pasando a lo personal, les puedo decir que este año que está por terminar, ha sido tal vez el más difícil por los diferentes cambios de personal en la misión. Había padres desde hacía muchos años, pero más bien ancianos y enfermos. De cualquier modo, tenían experiencia. En este tiempo trabajaba pero siempre tenía un apoyo. Muchas veces me tocaba hacer casi todo pero podía siempre pedirles sus consejos. Fueron cambiados y me quedé solo. Después me mandaron un padre joven y fue muy difícil para mí porque, a pesar de su buena voluntad, tenía que aprender y hablar más el árabe para poderme ayudar; y no era fácil para él, y menos para mí hacer casi el doble de trabajo.

En la parroquia hemos iniciado varias actividades con los jóvenes. Cada día por la noche tenemos encuentros porque durante el día estamos ocupados en la escuela. Tenemos actividades con las madres, sobre todo en lo que se refiere al ministerio, no sólo a Helwan, sino que también en Cairo, y algunas veces en otros lugares de Egipto. He tenido que limitar estas actividades fuera de El Cairo porque me falta el tiempo. De cualquier modo, estoy en comunicación con jóvenes de otros lugares, y a veces vienen a verme para hablar conmigo.

Creo que es por todo esto que encuentro significado y gusto, y veo que vale la pena la vida de un misionero: porque sentimos que nos damos a los demás y recibimos mucho más del Señor y de las mismas personas.

Con afecto y cariño de quien los recuerda.

P. S. ¿Ha recibido mis cartas? Estoy muy nostálgico en estos días esperando la Navidad y el nuevo milenio, sobre todo escuchando la música mexicana.

P. José Arellano Hernández.

[Con letra manuscrita]

P. José Arellano H.

Muchos saludos a su querida familia que recuerdo con cariño.


martes, 27 de agosto de 2013

Vuelta al origen. Primera parte: Fotografías (reveladas y escaneadas) de Tlalchapa y la Ciudad de México.



Si la frase freudiana “Infancia es destino”, es cierta, entonces mi niñez ya comprendía lo por venir.

Durante la infancia y la adolescencia recorrí mi país por carretera, acompañado por mi familia. Así conocí gran parte de México. También hicimos un par de viajes a los Estados Unidos: Los Ángeles y San Antonio.

En la adultez, a los veintiocho años, comencé con los viajes alrededor del mundo. Sin embargo, allende las fronteras de mi patria, y a pesar de la lejanía, me acompañan siempre algunos rasgos que aprendí durante los años en que vacacionaba en Tlalchapa, Guerrero, el pueblo de mi padre y su familia —así como de mi abuela materna—, que hice mío en el decurso.

Como fotógrafo comencé a ser consciente de mis facultades en la universidad. La era de las cámaras digitales era incipiente, por lo que la mayor parte de mis fotos de aquella época permanecen en los rollos aún no revelados, o bien en imágenes impresas que esperan a que las escanee.

Éstas son sólo algunas de las fotografías captadas en la sierra guerrerense y en el lugar donde sembraba mi padre cuando era niño: un sitio que me trascendió y que, infortunadamente, por la violencia y la inseguridad que asolan a este estado, no visito desde, por lo menos, ocho años.

Extraño, sobre todo, aquellas caminatas, con halo de expedición, al cerro —acaso por ello camino incesantemente los lugares que conozco: escuchar y sentir a la Naturaleza, bajo los rayos del sol abrasador.

En la segunda parte agrego fotos recogidas en la Ciudad de México, la ciudad que amo y odio con la misma intensidad, las cuales son una excepción en mi labor fotográfica. Me explico. En otras ciudades del mundo me aventuro temerariamente con mis cámaras, cruzadas por debajo de los brazos, cual cartucheras, enfrentando al miedo. Sin embargo, en mi propia ciudad no me atrevo a portar una en la calle: quizá porque sé de los riesgos que se corren. 

Estas imágenes están llenas de recuerdos; nostalgias que afloran cuando los ojos reconocen los lugares y que, sin saberlo, fueron el origen de lo que posteriormente vendría.    










Tlalchapa, Guerrero











Sembradío de jamaica




































Río luminoso















Autorretratos



































Composiciones















Ciudad de México






Hoja de contacto




















Zoológico de Chapultepec





Para Tao Hernández.








































































lunes, 26 de agosto de 2013

Viajero invitado. Ollin Eyecatl Buendía Salazar. Pasado de piedra: La Venta, Tabasco.










[...]

Mirad las cabezas de piedra bajo la lluvia
o bajo el hacha deslumbrante del sol como un verdugo embozado en oro.
Mirad los rostros de piedra en el campamento de la noche,
en la descomposición de la gloria, en la soledad de la primera pregunta y en su retorno después de la [segunda.
Mirad las cabezas de piedra,
máscaras que ocultan su clave divina, su organismo atajado por el silencio.
Mirad los rostros de piedra junto a la boca impía del pantano.

[...]

Éste es el rostro, éste es el cuerpo,
la carne que se hizo piedra para que la piedra tuviera un espejo de carne.
Animada por un soplo de piedra, la imagen de la piedra le dio nuevo peso a la carne;
y ahí se oye el peso de otro silencio y el peso de otra imagen en la actitud inmóvil del caimán;
aquí está la piedra despuntando en la carne,
aquí está la muerte eructando la piedra mientras hace la digestión de la imagen.
La piedra, la piedra, la piedra,
la piedra siempre agazapada
al final de todos los gestos de la carne del hombre.


José Carlos Becerra, La Venta, II.












Entre piedras


Mirada olmeca 1


Mirada olmeca 2