Durante mis viajes por el mundo suelo llevar diarios con el propósito no sólo de escribir lo que experimento y conozco, sino también para controlar el dinero del que dispongo. Estos pequeños textos son “apuntes” que, aunados a las imágenes recogidas, me permiten, al consultarlos, desencadenar mis recuerdos y, a partir de esto, crear crónicas más vívidas con las anécdotas a flor de piel. En el trayecto me he topado con otros viajeros, quienes me enriquecieron con sus relatos y fotografías.

jueves, 3 de noviembre de 2011

Roma, Italia. Sábado, 9 de abril de 2011.


Sábado, 9 de abril de 2011.
Sabato, 9 aprile 2011.
Roma, Italia.

Hoy di mi resto. Caminé y caminé —creo que nunca había caminado tanto en mi vida—, y así, hasta donde me alcanzaron los pies, conocí Roma.
Es imposible conocer una ciudad en un día, y es aún más difícil si se hace a pie, y con la temperatura tan elevada que privaba.
En la televisión, en la calle..., la gente está sorprendida por el clima. Las temperaturas que he experimentado a lo largo del viaje —salvo las invernales de los primeros días—, corresponden más al verano que a la primavera.
Conocí El Vaticano —el Museo, la Basílica de San Pedro, la Capilla Sixtina y las tumbas de los Papas, donde la de Juan Pablo II era la más socorrida, ya que en algunos días será beatificado.
Dentro de la Capilla Sixtina se prohíbe tomar fotos, pero lo gente siempre encuentra el modo de llevarse un recuerdo. Un anciano colapsó en el interior, e inmediatamente fue atendido por paramédicos, quienes lo sacaron en camilla del abarrotado lugar.
De los Museos Vaticanos disfruté sobremanera un mosaico romano —en el cual me tomé una foto jugando con la luz solar— y el torso de Belvedere. “La piedad” de Miguel Ángel es impactante: ver a esa mujer gigantesca sentada mientras carga los despojos de su hijo.
La tienda oficial del Vaticano es opulenta y ofensiva. Es una metáfora de lo que representa este lugar en el mundo: riqueza, poder y fe.
Asimismo, caminé por el centro de Roma —el Foro Romano—, y rendí así finalmente tributo a mis dioses literarios latinos: Marco Valerio Marcial, Décimo Junio Juvenal, Cayo Plinio Segundo, Cornelio Tácito, Lucio Anneo Séneca y Gayo Julio Fedro.
Fue un reencuentro con mi pasado, con mi nombre. Y aunque nunca había estado aquí, sentí como si hubiera regresado a mi casa. Las estatuas de los emperadores, las ruinas, las inscripciones... me recordaron no sólo mis clases de latín en la Facultad de Filosofía y Letras de la UNAM, sino a más autores: desde los historiadores Tito Livio, Salustio, Suetonio hasta los comediógrafos Plauto y Terencio, sin olvidarme de los poetas Catulo, Propercio, Horacio, Virgilio y Ovidio. Varrón, Cicerón, Catón, Petronio, Persio, Publio Sirio, Lucano, Plinio el Viejo, Lucrecio, Tibulo, Ennio, Lucilio, Quintiliano... ¡Su espíritu aún está aquí! ¡Ah, el recuerdo de mis lecturas materializado en uno de mis más grandes anhelos: estar en Roma!
La sola contemplación del Coliseo es sobrecogedora. Sólo la primera vista de Santa Sofía y de la Mezquita Azul en Estambul me ha conmovido más.
Estoy contento. Revisé las fotos que he tomado hasta ahora, y al margen de que cada una representa ya momentos inolvidables de mi existencia, sé que hay material suficiente para montar una exposición fotográfica.
Hoy me sucedió algo mágico —“milagroso”, a su modo— en la Plaza de San Pedro, cuyo desarrollo debo sopesar si lo realizo en vídeo o en escritura —o quizá en ambos: Giorgio y Vai.
Después de estar en las Plazas del Pueblo y de Venecia, caminé entre la muchedumbre sabatina por la Vía del Corso. Incluso me ofrecí a tomarle una foto a una pareja estonia en el jardín desde donde se ve el hermosísimo monumento a Vittorio Emmanuel II. Estuve también en el Panteón de Agripa —este edificio y la columna de Trajano me dejaron absorto— y en la Plaza Navona. Busqué música griega, pero fracasé: di con una enorme tienda, pero no encontré a ningún artista helénico.
Tenía ganas de orinar. Así que busqué en dónde comer, y utilicé el sanitario. Comí pasta y refresco: 9 euros. Compré 20 postales de Roma por un euro —lo más barato de este viaje junto al bocadillo del Museo de Jamón en Madrid—, y adquirí un boleto del metro por otro euro. Me mantuve a raya.
Mañana espero no gastar dinero —quizá en una gorra, pero lo consideraré. Quiero comprar algo en Barcelona.
Ah, por cierto, cerraron la avenida que da al Coliseo. Había helicópteros, patrullas, vagonetas, y muchos carabinieri, carabineros.
Lo único que no encontré, y que estuve a un paso de donde está, pero los pies ya no dieron para más, fue la estatua de “Moisés” de Miguel Ángel.
En Milán, Berlusconi compareció ante la justicia debido a sus “escándalos”. Otro tema recurrente en los medios locales, son los inmigrantes tunecinos que permanecen en la isla de Lampedusa.
Me restan €91.
Mañana voy a Pompeya, Nápoles y Capri, y me tengo que levantar antes de las cinco de la madrugada.


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