Durante mis viajes por el mundo suelo llevar diarios con el propósito no sólo de escribir lo que experimento y conozco, sino también para controlar el dinero del que dispongo. Estos pequeños textos son “apuntes” que, aunados a las imágenes recogidas, me permiten, al consultarlos, desencadenar mis recuerdos y, a partir de esto, crear crónicas más vívidas con las anécdotas a flor de piel. En el trayecto me he topado con otros viajeros, quienes me enriquecieron con sus relatos y fotografías.

domingo, 12 de febrero de 2012

Río Nilo, Egipto. Martes, 18 de noviembre de 2008.


Martes, 18 de noviembre de 2008.

En el crucero “Moon River”. Camarote 209. Navegando por el Río Nilo.



Día asaz intenso —acaso el más pesado de mi travesía por el Oriente Medio.

Desayuné temprano. Salí a conocer el Valle de los Reyes y las Reinas. Entré a tres tumbas. Visité el Templo de Hatshepsut.

Recorrí los Templos de Luxor y Karnak con ambas cámaras preparadas para filmar y fotografiar.

El sol caía a plomo.

Crucé el Nilo de un lado a otro en una barcaza.

Por la tarde regresé al barco.

Después de comer, subí a cubierta, donde contemplé la majestuosidad del Río Nilo. A decir verdad, jamás me imaginé de que aquel momento de mi vida en que la profesora de geografía hablaba sobre la cultura egipcia, mientras señalaba un mapa en el salón de clases, culminaría en lo por venir conmigo navegando por el afluente que permitió a la dicha cultura desarrollarse.

Un poco más tarde, en el bar del hotel, acompañado por un médico mexicano y su hijo, así como por una pareja catalana, tomé una bebida.

Comí cual muerto de hambre; y sin embargo, aguardo por la cena.

Estoy agotado, y los ojos me arden.

Este país es entrañable, a pesar de lo molestos que son los vendedores.

La “amabilidad” —evidentemente interesada— de los prestadores de servicios, llega a ser reconfortante, si uno acepta su motivación.

Cambié siete de los nueve dólares con que me obsequió mi tía Juanita en México. Me rechazaron los dos restantes porque estaban llenos de hongos —dichos billetes me los dio como cambio un vendedor de la estación de autobuses de Belén, en Palestina, al cual le compré tres bolsas con la inscripción de Jerusalén (!).

Quiero hacer el recorrido de Abu Simbel (110 €), y hoy me enteré de que por treinta y cinco más puedo visitar la región de Nubia, así como pasear en dromedario. Supongo que mi quincena me la gastaré en Egipto...

Los impertinentes vendedores, los sagaces niños que engañan en la calle cuando piden que cambiar monedas, los campesinos y sus métodos medievales para labrar la tierra, la corrupta policía, los ambiciosos guías, los irrespetuosos turistas... son imágenes cotidianas de este país que sobrevive en la pobreza económica mientras goza de la riqueza histórica. Así es Egipto, un país contradictorio: el país de los “regalos” —las propinas— que se piden —exigen— hasta por tomarte una foto con un lugareño, por pedir información de cualquier tipo... Un país con los brazos abiertos, y las manos extendidas.











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