Miércoles,
19 de noviembre de 2008.
En
el crucero “Moon River”. Camarote 209. Navegando por el Río Nilo.
Me enfermé del estómago desde
ayer, y al parecer sufro también de temperatura.
Comí demasiado. Acostumbrado a
comer una o dos veces, desde que me alojé en el crucero no sólo hago tres, sino
a veces cuatro comidas al día cuando se ofrecen café y pastel a los huéspedes.
Por la mañana me tomé una
cápsula de Topron; sin embargo, me
desayuné muy ligero. Después, visité el Templo de Edfú.
Comí después de relajarme un
rato en la alberca. Me parece que no debí exponerme a los abrasadores rayos del
sol durante tanto tiempo.
Tengo escalofríos. Mañana haré
la visita al pueblo nubio, y montaré un dromedario.
Por la tarde me dormí una hora,
antes de desembarcar en el Templo de Kom Ombo.
Me abstuve de asistir a la
degustación de pastas.
Habrá una fiesta de disfraces.
La mayor parte del grupo se compró turbantes, chilabas... para la ocasión.
Aún no decido si acudo. Lo que
sí sé, es que no cenaré.
Realmente me entristece y me
frustra que se den así los últimos días de un viaje tan especial. Un anciano
español también se resintió del estómago —la barriga, dice él. Hace un rato lo visité
en su habitación, acompañando a Antonio, el otorrino mexicano que viaja con su
hijo. Estaba postrado en la cama.
Me tomaré otra pastilla,
esperando mejorar. Mañana será un día intenso.
Descarté la excursión a Abu Simbel,
luego de comprar cuatro cartuchos y una pulsera con jeroglíficos. Fueron 120
euros que tendré que saldar al volver a El Cairo.
Diversos factores influyeron en
mi decisión: la cantidad económica, mi estado físico; además de que hay que
levantarse a las dos de la mañana para salir.
Así, pues, agradezco —a pesar
de todo—, que esto se dé en las postrimerías del viaje.
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